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Energía Vital y Agotamiento (1ª Parte)

por | Abr 17, 2018 | Higienismo

La energía que mantiene la vida. La energía vital 

Cuando el ser humano se encuentra en equilibrio con todo lo que le rodea y consigo mismo vive en salud, y cuando dicho equilibrio se rompe, tanto hacia afuera como hacia dentro, aparecen los diferentes grados de «enfermedad» o desequilibrio. La enfermedad no existe más que como un estado de menor salud y para conseguir la salud es necesaria la búsqueda de ese equilibrio en base al respeto de las leyes naturales y de las leyes universales.

El organismo humano y cada una de sus células viven gracias a la energía vital, la cual se manifiesta tanto en la salud como en la enfermedad. Si nos hacemos una herida o nos rompemos un hueso, trabaja para que la herida cicatrice y los dos fragmentos del hueso vuelvan a unirse. En la «enfermedad», guiado instinto de conservación de nuestro cuerpo, la energía busca positivamente la salud, de tal forma que muchos de los síntomas que la acompañan indican claramente, esta finalidad.

Tanto en la salud como en la «enfermedad», nuestro cuerpo, como organismo vivo que es, tiene verdaderamente un gran poder de curación. Esta fuerza de autocuración es una parte del poder de regeneración de toda la naturaleza que a su vez es una manifestación y una cualidad de toda energía viva.

La salud es el estado normal de todo ser vivo mientras tenga en cuenta y respete las leyes de la vida: cualquier desviación de esas leyes abre el paso a la «enfermedad». Bajo condiciones de vida favorables o adecuadas y apartado de los factores que producen la enfermedad (las verdaderas causas de la enfermedad), nuestro cuerpo tiene poder de curarse a sí mismo y ninguna sustancia extraña a él, menos aún una sustancia tóxica como un medicamento puede hacerlo.

Mientras la persona lleva una vida sana, el aporte y gasto de energía se encuentra en equilibrio, se obtiene y se gasta una cantidad semejante y frecuentemente el aporte energético es mayor.

El agotamiento es la base de la enfermedad 

Nuestro cuerpo gasta energía en el trabajo físico, en el ejercicio, el metabolismo normal…, en   mantener constantes el calor y la temperatura del cuerpo, en el trabajo mental, en el trabajo de eliminación de las sustancias de desecho, en la relación con los demás, pensamientos y creencias irracionales, la no aceptación de los procesos de la vida que no dependen de nosotros, etc.

El problema surge cuando debido a nuestra forma de vida antinatural gastamos más de lo que captamos, derrochamos nuestras fuerzas y con el paso del tiempo las reservas de energía se van debilitando, apareciendo el agotamiento y la enfermedad. 

Del mismo modo que hay un derroche hay también un aporte insuficiente de energía: una alimentación basada en los alimentos refinados e industrializados; no aportan la misma vitalidad que las frutas frescas. El aire contaminado y la mal llamada «agua potable» de las ciudades no contienen la vitalidad proveniente de un cristalino manantial y del agua almacenada en las frutas y verduras. La falta de ejercicio o de un trabajo creativo tampoco sirve de estímulo ni de aporte energético. No olvidemos que el ejercicio o el trabajo producen en «un principio» un gasto de energía pero que a su vez actúan como estímulos favorecedores del equilibrio de nuestro organismo y la recuperación de la salud. El desequilibrio psíquico y emocional impiden que el ser humano se recargue con la suficiente energía mental para hacer frente a los problemas de la vida diaria.

Cuando obtenemos una insuficiente cantidad de energía y además la derrochamos en exceso a causa de diversos factores debilitantes, aparece el agotamiento, este es el punto central de la «enfermedad» y de hecho la mayoría de las enfermedades se manifiestan acompañadas de sus síntomas: cansancio, debilidad…

Las crisis curativas de desintoxicación  

Si las toxinas se acumulan en una cantidad excesiva las células se ven obligadas a vivir en un medio tóxico, degeneran y mueren.  Cuando la acumulación de sustancias tóxicas supera un máximo tolerable (el nivel de tolerancia), el organismo provoca lo que llamamos LA CRISIS DE DESINTOXICACIÓN, con el fin de reducir o evitar la intoxicación o toxemia y el posterior mal funcionamiento, degeneración y muerte de las células. Dichas crisis son lo que en la medicina oficial se conocen como enfermedades agudas o de corta duración (anginas, catarros, bronquitis aguda, tos, vómitos, diarreas, «infecciones» urinarias…).

Este trabajo extra de desintoxicación se lleva a cabo por los llamados ÓRGANOS RELEVO DE ELIMINACIÓN, ayudando así a los órganos que habitualmente efectúan esta función, vistos anteriormente. De esta forma se elimina el exceso de sustancias tóxicas.

En las CRISIS DE DESINTOXICACIÓN puede haber una eliminación a través de las mucosas del APARATO RESPIRATORIO en forma de: Catarro, tos, gripe, bronquitis…; del APARATO DIGESTIVO en forma de: Vómitos, diarrea, aftas… etc. del APARATO UROGENITAL: «catarro» de vejiga, «infección» de orina, flujo vaginal en la mujer; de la PIEL, como urticaria, granos, forúnculos, abscesos, aumento de la sudoración…; de la conjuntiva del ojo, apareciendo la conjuntivitis por el conducto auditivo, dando la otitis.  Igualmente hay una neutralización y eliminación de los tóxicos por el Tejido Linfático que aumenta su trabajo y también el tamaño de sus elementos (Anginas, vegetaciones, ganglios inflamados, apendicitis…).

Estas crisis no son verdaderas «enfermedades» sino diferentes formas de eliminación de las sustancias almacenadas que producen la intoxicación orgánica. Son verdaderas crisis curativas, válvulas de eliminación de toxinas, que no debemos intentar combatir con ninguna clase de remedio terapéutico porque en realidad «nos limpian». No intentemos «curar» el catarro porque es el mismo catarro quien nos cura.

Si tratamos el catarro evitamos la desintoxicación del organismo, pues la mayoría de sus síntomas (mocos, flemas, boca seca, orina oscura, sudor, fiebre…), son diferentes formas de desintoxicación y eliminación. Otros síntomas como el malestar general, la sensación de cabeza embotada, el aumento de sensibilidad a los ruidos y luces fuertes, los dolores de cabeza… nos avisan de la necesidad de descanso físico y psíquico.

Continúa…2ª Parte

 

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