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Decir que eres perfeccionista cuando te preguntan sobre tus defectos es uno de los trucos más conocidos y populares de las entrevistas de trabajo. Es que, por más que sepas que es algo que en ocasiones te pueda perjudicar más que beneficiar, sabes que los empleadores lo valoran. Pero, ¿qué hay detrás de ese perfeccionismo y la casi inseparable auto-exigencia?

Popularmente se considera a la auto-exigencia como algo positivo al asociarla con el esfuerzo, la voluntad, la constancia y la persistencia en conquistar lo que nos proponemos. Pero esta consideración omite los factores perjudiciales que hacen de la auto-exigencia un patrón de comportamiento poco saludable que se manifiesta partiendo del sufrimiento generado por una baja autoestima, y que genera estrés y que acaba desembocando en problemas de salud.

Por tanto, la connotación cultural que tiene el concepto de auto-exigencia es muy diferente al significado que le damos los profesionales de la salud que trabajamos para mejorar aspectos de la personalidad que se expresan a través de la conducta y que son muchas veces limitantes para las personas.

Origen del perfeccionismo

Desde pequeños nos dicen cosas como “hazlo mejor, sé qué puedo esperar mucho más de ti” o “no te conformes con ser mediocre”. Al decir esto, profesores y padres pretenden que te esfuerces, que desarrolles al máximo tu potencial y que hagas un trabajo de calidad.

La intención, por supuesto, es buena, y a muchos niños les sirve, en términos generales, para motivarse en la superación personal, a otros les refuerza el afán competitivo, y para otros se convierte en una pesada carga que les asfixia durante la niñez y adolescencia, convirtiéndose en “el objetivo” que se marcan en todas las áreas de su vida adulta: ser perfecto/a.

El auténtico perfeccionista no lo considera un problema hasta que alguien se lo señala, o bien hasta cuando acumula unos niveles significativos de ansiedad y/o depresión. Se disfraza con aquello de “no soy perfeccionista, simplemente me gustan las cosas bien hechas” o “no es para tanto, sólo cumplo con mi obligación”.

Este perfeccionismo patológico es difícil de identificar como tal, tanto por la persona que lo padece como por los allegados, porque suele confundirse como un benévolo exceso de responsabilidad.

El cuestionamiento llega cuando empieza a haber problemas de salud, señales del cuerpo que avisan de que la persona ya no puede más, de que está forzando la máquina más allá de lo razonable y paradójicamente comienza a rendir menos, justo lo contrario de lo que deseaba. Es en ese momento cuando el perfeccionista puede reconocer, muy a su pesar, que tiene un problema de auto-exigencia que le está haciendo sufrir.

La importancia de conocer los propios límites

Muchas veces queremos hacer las cosas bien y nos esforzamos para que así sea, lo cual es positivo porque es la manera de tener proyectos y evolucionar. El problema lo tenemos cuando, por los motivos que sea, queremos ir más lejos de nuestras posibilidades reales y alcanzar metas inaccesibles más allá de la lógica, incluso aunque ya otros lo hayan conseguido. ¿Dónde está frontera entre lo que nos gustaría y lo que podemos hacer?

En primer lugar, debemos tener en cuenta nuestros conocimientos y capacidades respecto a lo que queremos conseguir, pero también nuestras fuerzas: capacidad de trabajo, de gestión, facilidad para delegar, y nuestros recursos psíquicos y físicos en función de lo que queremos emprender.

La línea que separa lo que podemos abarcar y lo que no, no es rígida ni inamovible, de lo contrario no podríamos avanzar, pero a veces nosotros mismos la convertimos en una barrera si nos proponemos algo inaccesible.

¿Cómo podemos localizar esta frontera? De hecho, es una zona intermedia llena de oportunidades potenciales que está situada entre nuestros deseos y nuestra realidad. El secreto está en explorar e identificar nuestras posibilidades reales ante un reto, y esto requiere un mínimo de autoconocimiento que nos servirá para medir, sin miedo, cuáles son nuestros límites reales, ya que, si no lo hacemos, los podemos convertir en limitaciones y esto nos impedirá avanzar y construir. Lo importante no es conseguir el máximo, sino lo mejor posible dentro de nuestras posibilidades reales.

¿Cuáles son los rasgos de la personalidad auto-exigente?

  • Baja autoestima
  • Desconocimiento de los propios límites
  • Necesidad de reconocimiento
  • Necesidad de control
  • Inseguridad
  • Dificultad en la toma de decisiones
  • Dificultad en tolerar los cambios
  • Excesiva previsión y planificación
  • Falta de tolerancia a la frustración
  • Sentimiento de culpa
  • Miedo al fracaso
  • Miedo al descontrol
  • Falta de empatía
  • Dificultad para delegar

Este es el primer contenido de Autoexigencia. Hay otro que puedes leer aquí! Y te encontrarás temas como:

Hablaremos otros temas, por ejemplo  ¿cómo actúa una persona autoexigente?, en el ámbito laboral, de las relaciones, de la salud…, ¿qué podemos hacer si somos autoexigentes? no te lo puedes perder… dentro de poco!

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