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Aprende a diferenciar el hambre real del hambre psicológica

por | Mar 4, 2019 | Alimentación, Gestión emocional, Hábitos de vida

¡Próximo grupo de trabajo de Ayuno Intermitente y Hambre Emocional a partir del 9 de marzo de 2022!

“Toda enfermedad comienza en el intestino” decía Hipócrates, el padre de la medicina. Hoy en día, más de 2400 años después, sabemos que el exceso de comida es una de las causas, o al menos un agravante, de muchos problemas de salud. La pregunta es, entonces, ¿cómo podemos evitar los excesos? Una de las claves a aprendiendo a diferenciar el hambre real o física del hambre falsa o psicológica.

¿Qué es el hambre?

El hambre representa la llamada natural para comer e indica que los órganos de la digestión están en condiciones para recibir el alimento y digerirlo, y que las células están preparadas para recibir los nutrientes y asimilarlos. Al comer en estas circunstancias podemos estar seguros de que el cuerpo estará nutrido y no envenenado por los alimentos consumidos. El hambre es una manifestación del funcionamiento normal del cuerpo y todas las funciones normales proporcionan placer. El hecho de orinar, de evacuar, de mirar y de dormir, entre otras, son todas funciones agradables.

El hambre real es una sensación agradable que suele ir acompañada de lucidez mental y buen humor, aumenta en intensidad aunque se la ignore, y no está orientada por el deseo de un alimento concreto.

Contrariamente, el apetito o falsa hambre aparece y desaparece. Suele acompañarse de debilidad, fatiga física, dolor de cabeza, y se orienta por el deseo de un alimento o producto concreto. El Hambre falsa es más un reclamo de la mente que del cuerpo; no había hambre y al ver cierta comida aparece, o bien alguien nos la induce.

Dado que el cuerpo no nos la ha pedido, esta comida no se puede asimilar correctamente puesto que el sistema digestivo aún no está preparado para digerir. Tampoco te dejará satisfecho porque el cuerpo no la necesita y por eso comemos de más con los consiguientes problemas. Este tipo de comida se convierte en un problema.

Como distinguir el hambre verdadera de la falsa

  • El hambre verdadera aparece gradualmente y no desaparece, sino que nos obliga a buscar alimento. El hambre falsa aparece y desaparece en poco tiempo. Suele ser un fuerte impulso que desaparece al distraernos con alguna actividad. En la práctica, es recomendable esperar media hora para comer luego de que aparezca el hambre. Si es hambre real no desaparecerá. Si es hambre falsa, ya habrá desaparecido al realizar otra actividad o pensar en otra cosa que no sea comida.
  • Con hambre verdadera la saliva fluye abundantemente en la boca. Este tipo de hambre es una sensación muy agradable que proporciona una profunda satisfacción física y psicológica a la vez (no se tienen trastornos físicos, las ideas son claras, la mente lúcida, se está optimista, feliz, tranquilo y sereno). En caso de fatiga o preocupaciones, el hambre desaparece.
  • El apetito o hambre falsa es debido a una costumbre o la de unas ganas imaginarias debido a varios factores: hora de comer, la vista, el sabor, el olor o la idea de comer. A veces el apetito se acompaña de sensaciones diversas de malestar e incluso dolor, sensación de debilidad, depresión nerviosa, roeduras estomacales o intestinales, náuseas, dolores de cabeza, etc. Estos síntomas son similares a los que se dan en el fumador, el bebedor de café e incluso el drogadicto cuando dejan sus venenos.
  • Los síntomas son aliviados temporalmente mediante la comida igual que el café alivia temporalmente el dolor de cabeza. Las personas ulcerosas y los enfermos de estómago comen a menudo para aliviar los dolores estomacales hundiéndose cada vez más en un círculo vicioso. Estos síntomas siempre desaparecen cuando se deja de comer durante un tiempo y se espera el hambre verdadera.
  • Cuando se aguarda el hambre verdadera, el estómago disminuye de volumen y ya no puede contener muchos alimentos. Es así como se consigue la saciedad. En cambio, si se come antes del hambre, el estómago está todavía distendido por la comida anterior, pudiendo así contener cantidades muy grandes siendo difícil satisfacer las necesidades.

El hambre verdadera no aparece por fuerza a la hora de la comida como en el caso de la falsa. Puede surgir espontáneamente en cualquier momento del día, pero nunca en plena noche, puesto que durante la noche los músculos están relajados y el estómago (que es un músculo) también se relaja y no está en condiciones para amasar la comida durante el reposo nocturno.

El apetito y el hambre falsa pueden ser excitados por la variedad, es así como cuando uno ya no tiene ganas de comer un alimento del que se ha hartado puede excitar su apetito comiendo otros (el postre, por ejemplo).

Comer sin que exista una llamada natural es desaprovechar lo que se come. Es exactamente como el que practica la respiración forzada sin tener necesidad ni jadeo o también el que bebe sin tener sed. Esta manera de comer transforma el cuerpo en una fábrica de abonos.

Comer emocional

Detrás de todos los trastornos alimentarios hay un patrón de conducta llamado comer emocional. Esto es comer, sin hambre física real y en respuesta a determinadas emociones, productos que, por sus componentes químicos, estimulan el cerebro y son altamente adictivos y tóxicos para el sistema. Casi todas las personas incurren en un grado mayor o menor de comer emocional.

La conexión entre comida y emociones para los humanos es generalmente inmensa. Comemos para celebrar, comemos si nos sentimos tristes, comemos para recompensarnos, comemos por aburrimiento, comemos porque es la hora, comemos porque alguien nos ofrece algo y nos sentimos obligados, etc. Irónicamente, pocas veces parece que comamos simplemente para nutrir el cuerpo.

El comer emocional es un patrón establecido desde la infancia, cuando comenzamos (casi siempre de la mano de nuestros padres) a calmar o evadir determinadas emocionas negativas (culpa, ansiedad, miedo, etc.), o a buscar estímulos para combatir la fatiga y el aburrimiento, recurriendo a productos alimenticios que forman parte de nuestra dieta normal: cereales, azúcar, chocolate, almidones. Estos productos son plenamente aceptados socialmente, considerados inofensivos, ampliamente publicitados e incitados a consumir, especialmente entre los niños, a los que es habitual compensar por sus buenas acciones o consolar en sus penas (accidentes, decepciones, etc.) con dulces, chucherías, chocolates, caramelos, cereales, bollerías, etc. Estos alimentos no son para nada inofensivos; tienen componentes que ejercen un efecto “sedante”, “excitante”, “irritante” o “estimulante” sobre el sistema nervioso, al dirigir la energía que antes empleábamos en la transmisión de emociones hacia la digestión y eliminación de estos elementos tóxicos.

Desde la infancia, pues, casi todas las personas aprenden a lidiar con sus emociones recurriendo a la comida, creándose de este modo una relación de dependencia muy fuerte hacia determinados productos, una adicción que es al mismo tiempo física y psicológica. En este punto, cualquier esfuerzo por abandonar estos alimentos puede dar lugar a un terrible conflicto con la alimentación, pues no solo debemos afrontar los desagradables síntomas de desintoxicación que acompañan a la detención de su consumo, sino que los lazos emocionales que nos unen a determinados alimentos son terriblemente profundos y terriblemente resistentes al cambio, puesto que están fundamentados en nuestras experiencias más tempranas y acompañan toda nuestra fase de crecimiento y maduración; miles de imágenes, memorias, sensaciones, sentimientos y creencias ligadas a la evolución de nuestra vida, a nuestra autoimagen y a nuestra identidad se ligan al consumo de determinados alimentos.

Cuanto más temprano es el uso de una droga, más difícil de erradicar es la adicción. Cuanto más accesible, popular, barata y aceptada socialmente es una droga, más difícil es superar la adicción. Es por eso que los trastornos de la alimentación son las conductas adictivas más difíciles de superar: pero también son las más difíciles de detectar.

¿Qué hay detrás de la compulsión por drogarse con comida?

Una adicción puede estar basada en uno u otro de estos aspectos, o un poco en los dos:

  • Adicción fisiológica: aparece en la experiencia de síntomas de desintoxicación físicos como dolores de cabeza, temblores o fatiga cuando se cesa el consumo de una sustancia adictiva – alcohol, cigarrillos, drogas, etc.
  • Adicción psicológica: una dependencia de la mente que aparece como síntomas de abstinencia psicológicos como ansiedad por el consumo de la droga, irritabilidad, o depresión al dejar la actividad en cuestión.

El consumo compulsivo de comidas altamente procesadas tiene tanto el componente psicológico como el fisiológico. Las comidas como los cereales, los azúcares refinados y el café son altamente adictivos a nivel físico, y además las personas se vuelven adictas al consumo de estas comidas como forma de confort y vía de escape, de modo que conforman modelos de conducta de consumo que son muy difíciles de erradicar.

En el principio, las adicciones como esta producen al consumidor una sensación de placer: comida, alcohol, cigarrillos. Con el tiempo, sin embargo, el cuerpo de la persona se satura de toxinas, de modo que en cualquier momento en el que no estén ingiriendo la droga de su elección, van a experimentar síntomas de desintoxicación, lo cual es doloroso.

La compulsión para continuar consumiendo la droga de su elección es más para aliviar sus síntomas de desintoxicación que para obtener inmediato placer. Son físicamente dependientes de ella y sus cuerpos rápidamente comienzan a enfermar, como resultado del consumo de tantas toxinas.

Los trastornos de la alimentación admiten múltiples gradaciones, por eso la psicología tiene dificultades para definirlos: bulimia purgativa (atracón seguido de vómito), bulimia no purgativa (atracón seguido de prácticas compensatorias, como laxantes y ejercicio físico), comer compulsivo (binge eating o borrachera de comida), comer emocional (comer sin hambre), adicción a los hidratos de carbono o al azúcar.

En líneas generales, se padece un trastorno de la alimentación cuando:

  • Se consumen alimentos sin hambre física
  • Se consumen alimentos en respuesta a determinadas condiciones físicas (fatiga, mareo, excitación, estimulación) o emocionales (ansiedad, miedo, culpa, confusión, impotencia, soledad, aburrimiento).
  • Existe una dependencia hacia el consumo de determinados productos.
  • Se consumen alimentos en cantidades no adecuadas para el ser humano.
  • Se consumen alimentos con cualidades no adecuadas para el ser humano.
  • Se consumen alimentos de un modo que interfieren con el resto de las actividades que realiza el ser humano.

En el próximo artículo hablaremos de cómo hacer frente a estos trastornos alimenticios

Si crees que tienes que trabajar el hambre emocional, te invitamos a participar de nuestro Grupo de trabajo de Ayuno Intermitente y Hambre Emocional.

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