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¿Cuánta proteína necesitamos realmente?

por | Ene 30, 2019 | Alimentación

El papel que juega la proteína en la dieta del ser humano suele ser un tema emocional. Basta con cuestionarle el tema a una persona que come carne asiduamente para confirmar tal hipótesis. Sin dudarlo mucho, su reacción será inmediata: “pero necesito mis proteínas”. Comunícale a tus amigos que eres vegetariano y probablemente se preocuparán e incluso se sorprenderán. Preguntarán preocupados “¿de dónde obtienes las proteínas?”, como si pudieras caer muerto en cualquier momento.

Probablemente, nunca haya existido un tema sobre el que exista tanta confusión. La mayor parte de la información que recibimos procede de las industrias alimenticias. Por ello, no es sorprendente el número de personas que piensan y creen que el consumo de carne, huevos, leche, queso, etc. es beneficioso para el organismo. Sin embargo, es importante remarcar que estos productos pueden ser altamente tóxicos, incluso cancerígenos, y que pueden provocar problemas cardiovasculares. Aunque, eso sí, poseen esa sustancia mágica llamada proteína.

¿Por qué necesitamos proteínas?

El organismo requiere proteínas para asegurar el crecimiento orgánico y para garantizar la reparación y renovación de los tejidos. El ser humano no utiliza las proteínas para crear energía muscular, incrementar la actividad o generar energía.

Aseguran el crecimiento, mantenimiento y reparación de los tejidos

Para comprender mejor el papel que juegan las proteínas en el crecimiento orgánico, analicemos el proceso de desarrollo de los recién nacidos, y en particular el contenido proteínico de la leche materna a lo largo de los primeros seis meses:

Tiempo después de nacer

Porcentaje de proteína

8 a 11 días

2,38 %

20 a 40 días

1,79 %

70 a 120 días

1,49 %

Día 170 en adelante

1,07 %

Como podemos observar, el mayor contenido de proteína coincide con los primeros días de crecimiento, permitiendo, con ello, un rápido desarrollo del recién nacido. Asimismo, podemos comprobar como el nivel de proteína desciende en relación directa con el paso de los días.

Otro dato importante que debemos tener en cuenta es que el porcentaje de proteína existente en la leche materna coincide, prácticamente, con el contenido proteínico de la mayoría de las frutas y verduras. A modo de ejemplo, las uvas poseen un 1,3 % de proteínas, las frambuesas un 1,5 % y los dátiles 2,2 %.

Casi todos los animales requieren más cantidad de proteínas cuando se hallan inmersos en el proceso de crecimiento ─tiempo necesario para que los recién nacidos doblen su peso─. El contenido proteínico de la leche materna, el alimento que la naturaleza nos suministra para iniciar un rápido crecimiento, se encuentra muy por debajo del nivel que poseen los alimentos recomendados por su riqueza proteínica (carne, lácteos, huevos, frutos secos, legumbres, cereales, etc.). No podemos poner en tela de juicio la importancia que poseen las proteínas en el proceso de desarrollo, aunque sí debemos cuestionar la necesidad de ingerir alimentos concentrados ricos en proteínas.

Reparación y renovación de los tejidos

Una vez que el organismo culmina su proceso de crecimiento y desarrollo (normalmente entre los dieciocho y los veintidós años en los humanos), el papel de las proteínas se centra únicamente en la reparación y renovación de los tejidos dañados accidentalmente. La degeneración celular sucede, principalmente, como consecuencia de la toxicidad orgánica. Si adoptáramos una forma de vida sana y una dieta que evitara, en cierta medida, la entrada de sustancias tóxicas en el cuerpo, la degeneración celular disminuiría considerablemente, y con ello, las necesidades reales de proteínas.

No actúan como fuente de energía

El organismo no utiliza directamente las proteínas como combustible, ni éstas generan la energía necesaria para mantener la actividad muscular. Cuando el cuerpo ejercita sus músculos, el nitrógeno que se expulsa como consecuencia del uso proteínico aumenta ligeramente. No sucede lo mismo con la expulsión de ácido carbónico y la absorción de oxígeno, que aumentan considerablemente. Estos cambios indican que la energía deriva principalmente de la ingestión de alimentos no nitrogenados (carbohidratos y grasas), pero no de las proteínas.

Es cierto que el organismo puede utilizar proteínas para generar energía que posteriormente utilizará en la ejecución de actividades físicas. Pero, para ello tiene que descomponer las proteínas en carbohidratos. El cuerpo las utiliza únicamente cuando existe un exceso de proteínas o cuando carece de carbohidratos. Cuando esto sucede, el organismo descompone la sustancia nitrógena de la proteína y utiliza el carbono restante para generar energía. Ahora bien, además de suponer una gran pérdida de energía, obliga al hígado, a los riñones y a otros órganos a realizar un gran esfuerzo al descomponer los desechos nitrogenados.

Por esta razón, las populares dietas ricas en proteínas y bajas en carbohidratos tienen como consecuencia una pérdida de peso. El organismo utiliza demasiada energía al convertir las proteínas en carbohidratos, un gasto que provoca la pérdida de peso. Sin embargo, las consecuencias para los riñones y el hígado son nefastas, ya que deben eliminar rápidamente el ácido úrico generado por la descomposición proteínica.

Si decidimos realizar más actividades físicas, sólo tendremos que incrementar el número de carbohidratos ingeridos.

¿Cuántas proteínas necesitamos?

No existe otro tema que haya suscitado tanta polémica en el estudio nutricional como la cantidad diaria de proteínas requeridas por el organismo. Los nutricionistas y los científicos han realizado recomendaciones tan dispares que llegan a diferenciarse hasta en un 600 %.

Las verdaderas necesidades proteínicas

Posiblemente, la forma más razonable de establecer las verdaderas necesidades proteínicas del hombre sea estudiando el consumo de proteínas realizado por personas sanas que respetan una dieta tradicional durante bastante tiempo. Aunque este método tampoco podría establecer la verdadera necesidad proteínica del organismo, tendría más validez que los experimentos realizados con perros (como los experimentos de Voit en el siglo 19).

A modo de ejemplo, podemos citar el caso de Japón, donde existen zonas rurales que han respetado durante cientos de años ciertos hábitos dietéticos (al contrario de lo que sucede en los países occidentales, donde la dieta ha sufrido un cambio repentino en los últimos ochenta años). En estas zonas se sigue una dieta principalmente vegetariana, basada en el consumo de verduras, ciruelas, frutas silvestres, raíces y, de vez en cuando, pescado. Las personas que habitan en estas zonas gozan de un perfecto estado de salud y ejecutan, durante todo el día, toda clase de trabajos físicos. Consumen una media de 37 gramos de proteínas diarios, prácticamente la mitad de las recomendaciones oficiales.

En algunas islas del Pacífico, habitan tribus que han respetado la misma dieta durante decenas de generaciones ─frutas, raíces y tubérculos─. Gozan de un perfecto estado de salud y consumen únicamente 15 gramos de proteínas diarios.

Por último, citaremos un estudio que el doctor Jaffe de la Universidad de Berkeley, California (EEUU), realizó sobre los efectos de las dietas no cárnicas a lo largo de generaciones. Centró sus investigaciones en diversas generaciones de frugívoros, desde los más pequeños a los más ancianos, cuyas dietas se basaban principalmente en la ingestión de frutas en su estado natural (crudas) con algunos frutos secos y miel. Estas dietas poseían aproximadamente entre 24 y 33 gramos de proteínas. Ninguna persona evidenciaba signos de deficiencia proteínica, o cualquier otra deficiencia nutritiva. De hecho, descubrió que su estado de salud era inmejorable.

Obviamente, si existen tribus en todo el planeta que habitan en perfectas condiciones con la ingestión diaria de 15 a 35 gramos de proteínas, y lo han hecho así durante cientos de años, no podemos aceptar las recomendaciones oficiales que cifran la cantidad en 70 gramos diarios.

El doctor Max Rubner, director del Hygienist Institute de la Universidad de Berlín, descubrió, gracias a una meticulosa investigación, que sólo el 4 % del consumo de calorías debería ingerirse en forma de proteínas. En una dieta de 2.500 calorías, equivale a 100 calorías de proteínas, o lo que es lo mismo, unos 28 gramos.

Aunque el Higienismo no se preocupa por contar las cantidades de calorías necesarias, ni se preocupa por los requisitos mínimos diarios, parece razonable establecer la cantidad recomendable de proteínas de un adulto en 25 ó 30 gramos diarios o un gramo por cada dos kilos de peso. Si una persona ingiere una dieta variada de frutas, verduras, frutos secos, semillas y brotes, obtendrá sus necesidades proteínicas, al mismo tiempo que saciará otras necesidades nutritivas.

Los excesos de proteínas son perjudiciales

Es muy importante tener una idea realista de las verdaderas necesidades proteínicas del ser humano, ya que de no ser así, podríamos sufrir las consecuencias de una ingestión excesiva. En la actualidad, casi todas las personas superan las recomendaciones oficiales de proteínas, a pesar de ser muy elevadas. Es prácticamente imposible hablar de una dieta deficiente en proteínas, aunque la calidad nutritiva de los alimentos deje mucho que desear. Es más común citar casos de problemas ocasionados por una ingestión excesiva de proteínas que los provocados por una deficiencia.

Cuando ingerimos más proteínas de las necesarias, el organismo deja de procesarlas y provoca una acumulación excesiva de nitrógeno en la sangre. Esta cantidad extra de nitrógeno se acumula en los músculos como kinotoxina, causando una fatiga crónica.

La proteinosis, o intoxicación proteínica aguda, provoca dolores de cabeza y un picor general. Muchos de los síntomas de la intoxicación proteínica ─escozor en la boca, labios y garganta─ son similares a los síntomas que atribuimos a las alergias. De hecho, muchas de las denominadas alergias podrían ser casos de intoxicación proteínica.

Una dieta rica en proteínas termina por destruir todo el sistema glandular. Sobrecarga el hígado y obliga a los riñones y glándulas suprarrenales a realizar un gran esfuerzo para eliminar las toxinas que crean las proteínas. Muchas de las personas que sufren de artritis ven cómo desaparecen los dolores consumiendo una dieta baja en proteínas.

Los complementos proteínicos son nocivos

Esta es una de las razones por la que debería evitarse los complementos proteínicos. Los suplementos de proteínas desequilibran la balanza orgánica, ya que al introducir en el cuerpo una cantidad excesiva de nitrógeno provoca otras deficiencias nutritivas. El cuerpo debe eliminar las proteínas que no pueda utilizar, sobrecargando el organismo con sustancias tóxicas.

Asimismo, los suplementos proteínicos se crean a partir de alimentos fragmentados, como los polvos de soja, huevos secos, leche en polvo, etc. Cuando ingerimos alimentos procesados y fragmentados, administramos al organismo elementos nutritivos en exceso, mientras anulamos la entrada de otros nutrientes. Además, debemos recordar que la ingestión masiva de proteínas desequilibra la balanza nutricional del organismo.

La levadura de cerveza, un suplemento rico en proteínas muy popular, contribuye a la formación de ácido úrico en el interior del organismo. Es un producto residual de las fábricas cerveceras que se origina cuando la cebada se transforma en malta. Su uso industrial es nulo y debemos considerarla como un alimento “inerte”, ya que se ha calentado para destruir los organismos de la levadura. El huevo seco provoca problemas de estreñimiento. Por otro lado, los polvos de soja poseen enzimas que inhiben la absorción de algunos de los aminoácidos. La utilización de leche en polvo provoca la formación de mucosidad (para expulsarla del organismo).

 ¿Qué son las proteínas?

Sabemos por qué necesitamos proteínas, pero ¿qué son en realidad? Si pidiéramos a una persona que asociara la palabra “proteína” con un alimento, respondería probablemente “con la carne”. ¿Las proteínas son simplemente carne, huevo o frutos secos?

La proteína es uno de los tres elementos básicos del alimento, junto a los carbohidratos y las grasas. Es un compuesto altamente complejo a base de carbono, hidrógeno, nitrógeno, oxígeno y pequeñas cantidades de azufre y yodo. Se encuentran en el protoplasma de cualquier célula viva y participa en todas las actividades orgánicas de un organismo.

Las proteínas principales y su composición química

Existen numerosos tipos diferentes de proteínas en el interior de los animales y las plantas. Por ejemplo, todas las plantas poseen, al menos, dos clases diferentes de proteínas y el ser humano, posee más de 100.000 clases distintas. Aunque todas estas proteínas difieren entre sí por su estructura molecular, poseen la misma composición química: un 53 % de carbono, un 22 % de oxígeno, un 17 % de nitrógeno, un 7 % de hidrógeno y un 1 % de azufre, yodo, etc.

Las principales proteínas vegetales son la albúmina (existente en las frutas y verduras), el gluten (en el trigo y en los cereales), la legumina (existente en los guisantes y las judías), la globulina (en los frutos secos), la mucleo-proteína (en los guisantes y judías) y la muco-proteína (en las semillas). Algunas de las proteínas animales más importantes son la caseína (existente en la leche y productos lácteos), la gelatina (existente en los huesos y tendones), la fibrina (en la sangre) y la miosina (en la carne de los animales).

Todas estas proteínas están compuestas por aminoácidos, estructuras de un componente proteínico. Para comprender mejor qué es una proteína, imagínese que se tratan de cadenas de aminoácidos que se unen para formar una estructura.

La importancia de los aminoácidos

Aunque conocemos muchas clases de proteínas, podemos afirmar que todas poseen, al menos, uno de los veintitrés aminoácidos principales. Una molécula de proteína puede albergar cientos, e incluso miles, de aminoácidos. Éstos se encuentran entrelazados en el interior de la proteína en una unión denominada péptida. Una proteína específica contiene una variedad de aminoácidos entrelazados en una secuencia específica a dicha proteína.

El organismo no puede utilizar o asimilar la proteína en su estado original. Para ello, el cuerpo debe digerirla en primer lugar y descomponerlas en sus componentes aminoácidos. Cuando finaliza este proceso de transformación, el organismo utiliza los aminoácidos resultantes para construir la proteína que requiere. Por esta razón, podemos afirmar que el valor proteínico del alimento se encuentra, en última instancia, en sus aminoácidos. Los aminoácidos son los elementos nutritivos esenciales.

Fuentes de aminoácidos

Proteínas exógenas

Los aminoácidos podrían entenderse como el producto final de la digestión de la proteína. Cuando ingerimos proteínas, las enzimas existentes en el estómago y en el intestino delgado comienzan a descomponer las uniones que se encuentran en el interior de las moléculas de proteínas y las transforman en pequeñas cadenas de aminoácidos. El proceso continúa hasta que las cadenas de aminoácidos alcanzan un tamaño tan pequeño que pueden atravesar las paredes intestinales y se introducen en los vasos sanguíneos. Posteriormente son transportados a través de la vena porta hasta alcanzar el hígado, donde sufren un proceso de elaboración y se envían a la sangre, linfa y células. Las células sintetizan los aminoácidos y los transforman en las proteínas requeridas.

Esta descripción resumida de la digestión y asimilación de las proteínas tiene lugar con las proteínas exógenas, término que utilizamos para referirnos a las proteínas que obtenemos de los alimentos o de elementos externos al organismo.

Proteínas endógenas

El organismo también puede generar las proteínas necesarias a partir de fuentes internas. Estas proteínas, que reciben el nombre de proteínas endógenas, proceden directamente de la síntesis de proteínas que tiene lugar en el interior del organismo.

Todo el mundo sabe que el organismo obtiene las proteínas necesarias a través de los alimentos consumidos; sin embargo, lo que muy pocas personas saben es que el cuerpo también puede sintetizar las proteínas existentes en su interior, reciclando los desechos proteínicos.

Cuando las células orgánicas realizan sus procesos catabólicos naturales, generan desechos proteínicos en forma de células muertas y otros derivados procedentes de su propio metabolismo. Estos productos proteínicos se introducen en el fluido linfático.

En el organismo existen células especializadas cuya función es ingerir estos desechos y digerirlos en sus propias vesículas (“estómagos”). De esta forma, las células consiguen transformar estos residuos proteínicos en aminoácidos que utilizarán posteriormente para sintetizar su propia proteína.

Las proteínas endógenas son una fuente importante de aminoácidos que los escritores e investigadores nutricionales suelen pasar por alto. El organismo utiliza muchas veces proteínas endógenas para saciar sus necesidades (hasta dos tercios de las necesidades proteínicas) en vez de proteínas exógenas.

La reserva de aminoácidos

El cuerpo humano posee todos los aminoácidos procedentes de la digestión de proteínas y de los residuos reciclados, circulando por los vasos sanguíneos y por el sistema linfático. Cuando las células necesitan estos aminoácidos, los obtienen de la sangre o de la linfa. Este fluir continuo de aminoácidos disponibles recibe el nombre de reserva de aminoácidos.

La reserva de aminoácidos es comparable a un banco que permanece abierto las veinticuatro horas del día. El hígado y las células depositan y retiran aminoácidos continuamente, dependiendo del nivel de la sangre.

Cuando el nivel es elevado, el hígado los absorbe y almacena hasta que sean necesarios. En cambio, cuando el nivel disminuye debido a una necesidad constante de las células, el hígado pone algunos de los aminoácidos almacenados en circulación.

Las células también tienen la capacidad de almacenar aminoácidos. Si disminuye el nivel de aminoácidos en la sangre o si otras células requieren cierta cantidad de estos elementos, las células pueden poner sus reservas de aminoácidos en circulación. Teniendo en cuenta que casi todas las células orgánicas sintetizan más proteínas de las necesarias, pueden reconvertir sus proteínas en aminoácidos y depositarlos en la reserva.

Esta reserva demuestra la eficacia del organismo para obtener sus necesidades proteínicas de fuentes internas y no externas.

Funciones de los aminoácidos

Podemos afirmar que los aminoácidos efectúan, por regla general, cinco funciones en el organismo:

1) Aportan los materiales que utilizan las células para sintetizar las proteínas.

2) Son utilizadas por las células para generar enzimas, hormonas y otros productos nitrogenados.

3) Se utilizan en la formación de proteínas sanguíneas.

4) Pueden generar energía, al transformarse en glucosa y glucógeno.

5) Cooperan con el organismo en diversas funciones.

Aminoácidos esenciales y no esenciales

Aminoácidos esenciales

Ocho de los veintitrés aminoácidos son considerados como esenciales: leucina, isoleucina, lisina, metionina, fenilalanina, treonina, triptofano y valina. Algunos investigadores consideran que la histidina es un aminoácido esencial en los recién nacidos.

Cuando hablamos de “aminoácidos esenciales”, nos referimos a aquellos aminoácidos que el organismo no puede generar reduciendo (oxidando) otro aminoácido. En otras palabras, entendemos por aminoácidos esenciales, aquellos que se encuentran en los alimentos y no pueden crearse en el interior del organismo.

Aminoácidos no esenciales

Los quince aminoácidos restantes reciben el nombre de “no esenciales”, aunque el término no es el más apropiado, ya que todos son esenciales para nuestra salud y bienestar. No obstante, reciben el nombre de “no esenciales” porque su presencia en los alimentos no es determinante (siempre que exista una cantidad suficiente de aminoácidos esenciales).

Las proteínas completas

La necesidad de ingerir proteínas completas es uno de los mayores mitos de la nutrición.

Entendemos por proteína completa toda fuente de proteína simple o compleja que contenga los ocho aminoácidos esenciales. La carne, los huevos, los productos lácteos, la soja y muchas clases de frutos secos están considerados como proteínas completas. Numerosas personas y asociaciones han venido sugiriendo la necesidad de ingerir una proteína completa (o una combinación de proteínas que contengan los ocho aminoácidos esenciales) en cada comida, para asegurar, de esta forma, la obtención de los ocho aminoácidos esenciales, preferiblemente en determinadas proporciones.

No son esenciales en la dieta

Diversos grupos de presión, como las industrias cárnicas y lácteas, han manipulado, a su antojo, la idea de la necesidad de una “proteína completa” hasta conseguir que el ciudadano medio crea que debe comer carne (o, al menos, leche y huevos, si es “vegetariano”), o una combinación proteínica de cereales y legumbres, o incluso suplementos proteínicos, para obtener proteínas de alta calidad. Sin embargo, todas estas creencias son falsas y lo único que provocan es incrementar la toxicidad del organismo.

Debemos tener siempre presente que no es necesario que los ocho aminoácidos se encuentren en el mismo alimento o en la misma comida para obtener todas nuestras necesidades proteínicas. Como ya mencionamos con anterioridad, el organismo cuenta con su propia reserva de la que obtiene los aminoácidos necesarios que no se aporten en las comidas. El cuerpo puede adquirir todos los aminoácidos que requiera de la circulación u obtenerlo del hígado y las células: la reserva de aminoácidos nos suministra los aminoácidos esenciales que no se encuentren en las proteínas incompletas. A modo de ejemplo, observe a los pacientes que, después de ayunar durante bastantes días, no presentan ninguna deficiencia proteínica, sino todo lo contrario, un balance proteínico.

Sólo los animales carnívoros que viven en su hábitat natural ingieren “proteínas completas”. Casi todos los animales vegetarianos ingieren hierba, tubérculos, frutas, cereales, etc., y, por lo general, de una variedad limitada. Sin embargo, ninguno de ellos exhibe señales de deficiencia proteínica. De hecho, es más común entre las sociedades occidentales encontrarnos casos de personas que padecen problemas ocasionados por la ingestión de alimentos ricos en proteínas que por la deficiencia de éstas.

La idea de la “proteína completa” tampoco es válida si analizamos los aminoácidos que componen dicha proteína. Muchos de ellos son completamente inútiles en el interior del organismo. La carne que ingerimos, por ejemplo, suele ser la masa muscular de los animales, una zona en la que muchos de los aminoácidos esenciales se encuentran en reducidas proporciones. El haba de soja posee un factor anti enzimático que bloquea o inhibe la asimilación de algunos aminoácidos esenciales. Las proteínas cocinadas o calentadas (como sucede en el caso de la carne, el pescado, los huevos y la mayoría de los productos lácteos) pueden perder hasta el 50 %, o más, de sus aminoácidos esenciales debido a la creación de uniones que inhiben la acción de las enzimas. Como podemos observar, muchas de las llamadas “proteínas completas” no son utilizadas en su totalidad por el organismo.

Las proteínas y la dieta perfecta

Una dieta basada en el consumo de frutas naturales, verduras, frutos secos, semillas y germinados puede suministrarnos la mejor proteína posible en una forma fácilmente digestible y asimilable.

Las proteínas naturales son las mejores

La dieta que recomendamos incluye únicamente proteínas en su estado natural. Recuerde que las frutas, las verduras, los frutos secos, las semillas y los brotes no necesitan cocinarse para realzar su sabor y digestibilidad.

Al cocinar, aplicamos elevadas fuentes de calor sobre las proteínas, creando entre las cadenas de aminoácidos uniones de elementos resistentes a las enzimas. Estas uniones tienen consecuencias nefastas para nuestro organismo, ya que al no poder descomponer las cadenas de aminoácidos para su uso, debe eliminarlos. Como podrá observar, las proteínas cocinadas se convierten en una fuente de sustancias tóxicas.

Las proteínas sanas no son tóxicas

Muchos de los alimentos que consumimos poseen en su interior sustancias nocivas. Este es el caso de las legumbres, cuya carga tóxica puede neutralizarse, dicho sea de paso, consumiendo sus brotes, pero no cocinándolas, o los cereales, cuya digestión en su estado natural es imposible (excepto el maíz). Los granos cocinados poseen derivados tóxicos que el organismo no puede eliminar por las enzimas inhibitorias existentes en el interior de dichos productos. Aunque ni los granos ni las legumbres forman parte de la dieta higienista, no son tan tóxicos como otras fuentes proteínicas más populares, como es el caso de la leche, la carne, el pescado, los productos lácteos o los huevos.

1) La carne y el pescado poseen toxinas naturales ocasionadas por la descomposición del núcleo celular y por las sustancias segregadas al morir.

2) Asimismo, la carne está impregnada de numerosos aditivos y pesticidas entre los que destacamos metoxicloro, clordano, heptacloro, toxafeno, lindano, benceno, hexaclorido, aldrina, dieldrina, DDT, estilbestrol, nitratos, nitritos, etc.

3) La carne, los huevos y los productos lácteos poseen diez veces más pesticidas que las frutas y verduras comercialmente pulverizadas.

4) La producción de los huevos suele estar ligada a una dieta hormonal en la que intervienen varios productos químicos y que no está en armonía con la fisiología digestiva del ser humano.

5) Muy pocas personas poseen las enzimas necesarias para digerir la leche, un producto que contiene las hormonas producidas en las vacas como consecuencia del largo período de lactación artificial al que se ven sometidas.

6) La carne, el pescado, los huevos y los productos lácteos son los principales causantes de la aparición del colesterol.

Los alimentos proteínicos sanos contienen un amplio abanico de nutrientes

Muchos de los alimentos ricos en proteínas, como la carne, el pescado, los huevos, los productos lácteos o los granos, carecen, por regla general, de muchos de estos nutrientes vitales.

A modo de ejemplo, podemos afirmar que la carne es una fuente mineral excesivamente pobre. Asimismo, la leche de vaca posee tan poca cantidad de hierro que los seres humanos de corta edad deben utilizar sus propias reservas de hierro existente en el bazo para culminar su proceso de desarrollo.

No ocurre lo mismo con las frutas, las verduras, los frutos secos, las semillas y los brotes, productos ricos en minerales, vitaminas, proteínas y enzimas. La dieta higienista nos suministra, con un gran equilibrio, todos los nutrientes vitales que el cuerpo necesita en su estado natural. Estos alimentos poseen una gran cantidad de carbohidratos para garantizar la perfecta utilización de las proteínas.

Cuando falla este equilibrio nutricional, las proteínas deben transformarse en carbohidratos para generar la energía necesaria y el organismo no puede utilizarlos como debería hacerlo. Los productos cárnicos contienen muy pocos hidratos de carbono, lo que obliga al organismo a utilizar parte de sus proteínas para generar, ineficazmente, la energía requerida.

Las proteínas sanas se digieren y asimilan con facilidad

Las proteínas existentes en la dieta higienista pueden digerirse y asimilarse con facilidad. El higienismo subraya la importancia de consumir alimentos compatibles para una fácil digestión. Teniendo en cuenta que la digestión de la proteína es el proceso gástrico más complejo, es sumamente importante que la ingestión de alimentos proteínicos se combine acertadamente con otros productos alimenticios.

Por esta razón, alimentos naturales ricos en proteínas, como los frutos secos, semillas y aguacates, deberían consumirse con hortalizas verdes, para conseguir los mejores resultados posibles. Las ensaladas de hortalizas asisten en la digestión de proteínas concentradas y suministran aminoácidos de alta calidad.

En las dietas habituales, las proteínas suelen combinarse con alimentos feculentos: carne y patatas, cereales y judías, leche y cereales. Las proteínas y los almidones requieren medios y enzimas digestivas completamente diferentes, por lo que al ingerirse juntos, ni se pueden digerir completamente, ni pueden usarse. Por esta razón, el organismo digiere sólo una parte muy pequeña de las proteínas consumidas en las dietas habituales, en las que no se respeta la combinación alimenticia.

La proteína que obtenemos de la dieta higienista satisface los requisitos del organismo. Podemos conseguir todos los aminoácidos esenciales y no esenciales necesarios a partir de una dieta basada en el consumo de frutas, verduras, frutos secos, semillas y germinados.

Si ingerimos todos estos alimentos en su estado natural, respetando las directrices de la dieta higienista, alcanzaremos nuestros requisitos proteínicos. Cuando basamos nuestra dieta en la ingestión de alimentos naturales, no debemos preocuparnos por la obtención de un elemento nutritivo específico, ya que nos suministran en abundancia todos los nutrientes necesarios, incluidas las proteínas.

 

Basado en el artículo “El papel de las proteínas en la dieta” de Mike Benton

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